En Grecia, en el siglo VI antes de Cristo, unos hombres emprendedores,
los primeros filósofos, empezaron a cuestionarse
tanto las explicaciones que daban los mitos como las pautas de conducta
que ofrecían. Eran unos hombres a quien los atraía hacerse
preguntas, que notaban incoherencias en los relatos
míticos de su entorno, que constataban relatos
diferentes en pueblos diferentes. Estos hombres, dominados por
una plural curiosidad y por una actitud crítica, son los que protagonizaron
lo que se conoce como milagro griego: el paso
del mito al logos. Para ellos, este paso significaba desconfiar
de las imaginativas narraciones o explicaciones populares y, con
una mirada nueva, observar y analizar la naturaleza,
intentando descubrir en ella las causas de los acontecimientos;
por ello, en vez de hablar de divinidades empezaron a en inventar
conceptos. Con los mitos, el mundo era caótico y arbitrario: nada
estaba sometido a leyes naturales fijas; con la visión racional
del mundo, éste deviene ordenado y regido por unas leyes estables
y fijas que se pueden descubrir.
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